Cousin Vera

Madame Blavatsky

Viene a visitarme mi prima, como a la Niña Pastori en aquella ancestral canción inverosímil y plañidera, convocando a la prima desesperada, como si la prima hubiese de tener habilidades versachescas que la sacasen de la humillación del mal gusto y del atolladero de la horterada y de la tragedia de la humildad. No sabe qué vestido ponerse. Como a tantas nos pasa en primavera, con el ni frío ni calor, la ni chicha ni limoná.

Pues eso, que viene mi prima, y esta vez viene para varios días, parece que me va a dar dolor de cabeza, de tripa y de riñones. Porque mi tal prima es muy pesada, muy rojilla y siempre está un poco espesa.

Viene la prima, os comento, la engañan por todas partes, no sabe decir que no, y tíos y sobrinos la traen por la calle de la amargura, mareándola por doquier con peticiones de risa, con expediciones a tintorerías en la otra punta de la ciudad, con canguros de niños salvajes que amenazan con arrancarle los ojos. Es una prima. Tó lo hace sin de rechistar.

Y la prima te la dan cuando quieren, cuando pueden, vamos, que decimos. En medio de esta puñetera crisis como que no va a venir, la prima, no le vamos a ver el pelo ni a la extra.

Tocaron a la prima. Se levantan todos, con cara soñolienta, eso es una tortura joder, he oído que los chinos torturaban a sus prisioneros despertándolos en las horas clave del sueño, sin dejarlos nunca pasar de la fase de REM, o algo de eso… y esta gente, sin parar de levantarse a horas intempestivas ahí, ale, ale, a rezar, rodilla hincada y a bendecir al que los mantiene en ese sinvivir. Nadie dijo que creer fuera fácil.

¡Oh, God Almighty! ¿Que esto era sobre la Primavera? Hummm…. Bueno, mi prima se llama Vera.