Marcela
A la mañana siguiente el local estaba desierto, lo más inquietante era que la puerta estaba entreabierta y la silla, que habíamos empezado el día anterior, continuaba con las patas sin tornear, bastante inusual en él, la mala costumbre esta de dejar el trabajo a medio hacer. Creo que no ha sido voluntario: ha salido sin cepillo de dientes (Jesús es condenado a muerte)
“Cómo le explicara yo al caballero, la vuelta no es tan complicada, si usted raja el muñeco y lo rellena con piedras o con una vaina así bien pesada se hunde hasta el fondo y no lo encuentra ni el diablo” (Jesús carga con la cruz)
Junto al río, en el puente, los ojos vendados con un pañuelo, un palo en la mano y cinco vueltas, “ahora cuente hasta diez, vamos a jugar a la gallina ciega” (Jesús cae por primera vez)
“La asaron a plomo: se desconocen las causas del brutal asesinato, los hechos ocurrieron el sábado pasado hacia las once de la noche cuando la occisa, identificada como María Gallego, cerraba el puesto de lotería que atendía en la esquina de la Avenida Sexta, los testigos aseguran que se marchó con dos hombres en una camioneta negra, al parecer de manera voluntaria. Se cree que se trata de un ajuste de cuentas: “hablaba de más de lo que sabía menos” aseguró uno de los presentes que presto declaración a este medio, negándose a revelar su identidad” (Jesús se encuentra con su madre)
El que esté libre de pecado que tire tantas piedras como quiera, porque de todas formas nos lo vamos a llevar, verán, les enseñaré algo que, probablemente, ya no les va a ser muy útil, el quid de la cuestión no está en salvaguardar sus miserables existencias, sino en no estar en el lugar equivocado en el momento menos oportuno (El cirineo ayuda al señor a llevar la cruz)
El sonido de unas llaves irrumpe en la noche, alterando solamente una pequeña proporción de la casa, todos continúan durmiendo sin percibir el cambio producido alrededor, menos tú que intentas hacerte invisible bajo la cobija, esperando que la oscuridad te proteja de la sombra que avanza dando tumbos hacia tu cuarto, sudor en las manos, los puños apretados, haciéndote una bolita, tan insignificante como puedes para pasar desapercibida, es inútil, este trabajo no termina con el día y la comida se ha enfriado ya (La Verónica enjuga el rostro de Jesús)
Y entonces San Gregorio baja, sombrero en mano, con un frasquito lleno de agua de la llave, y en las horas de la noche cura con su mano milagrosa y sin corte alguno el tumor de una doliente, que horas antes ha entregado todos sus ahorros al alma privilegiada que posibilitará, sirviendo de puente, la comunicación celestial, mientras un coro de viejas arruinadas por la superstición alrededor de la cama repiten: “¡Ave María Purísima! Rogad por nosotros que recurrimos a vos” (Jesús consuela a las hijas de Jerusalén)
Y cae dos veces más porque hay que ser torpe para tropezar tres veces con la misma piedra, mientras la puta callejera es despojada de sus vestiduras porque hasta que no acabes de pagar tus cuentas la operación se seguirá repitiendo treinta veces al día, también los domingos y fiestas de guardar.
Entre los métodos delincuenciales que se emplean ahora en nuestro país y que han sido claramente importados se encuentra la llamada "corbata colombiana". Consiste en un brutal tajo en la garganta, por el que se introduce la mano hasta colocar la lengua de la víctima colgando por la abertura sangrante, como si fuera una horrible corbata1 (Jesús es clavado en la cruz)
Los recuerdos de la infancia, mi padre en la carpintería, las escapadas matutinas para escuchar las conversaciones de los mayores, las fiestas familiares, la multiplicación de los panes, la conversión del agua en vino (Jesús muere en la cruz), la sonrisa amable de mamá y sus preocupaciones de nunca acabar, que si comes bien, que qué flaco estás, y que a ver si nos afeitamos de vez en cuando (Jesús en brazos de su madre) la vida que se extingue mientras una deliciosa somnolencia se apodera de mí, nuestra vida está llena de muerte aunque el sol renazca insistentemente sin la menor consideración: todos los días hay una hecatombe, siempre tenemos que subir la pendiente para llegar a casa.