Vendaval

Ricardo Triviño Sánchez

Calor. Lagartijas. Escondidas. Los barrotes de hierro arden. La calle vacía. Parece. Sí. Las aspas, unos centímetros. Un cuarto de vuelta, media. La pernera del pantalón, un escalofrío que escala. Me recorre como la mano de un sapo. Una vuelta. Sola. Nadie ahí abajo. ¿Quién contesta? No puede a veces. Las persianas bajadas. Los rectángulos de luz sobre mi cuerpo apagándose y encendiéndose. La sombra del sapo. La pupila cerrada que se abre, que se cierra. Sus ojos eran verdes cuando veía la luz de la calle. Se sentaba largas horas en el balcón y miraba a la gente pasar. Luego, nadie me cree. Las aspas giran suavemente, el pelo blanco araña su mirada bajo la luz nuclear. Recuerdo su flequillo rojo y su sonrisa. Todos duermen mientras ella sigue despierta. He intentado hablar con ella pero su mente siempre gira en torno a lo mismo y siento que no puedo entrar en esa puerta marcada en su pecho. Asocia cosas que parecen no tener sentido pero cuya lógica parece sólida como una maza de hierro. Las manos en las muñecas y no poder tragar el aire. Veo el molinete dar vueltas. Colores intermitentes. Las hierbas rebeldes se agitan en las fisuras. Empieza el centrifugado. La grava repica en el foso. Como un abismo, un desfiladero. Las lagartijas se mueven. La ropa de los tendederos vibra. Ella ya sabe que nadie iba a abrir las persianas. La empujaron contra el colchón. El juguete sale disparado, los árboles se comban, la hierba se postra. Cuesta mantener los ojos abiertos. Ojos ahora grises. Arenisca que corre con los lobos. Silban las esquinas. Algo muy fuerte empieza a latir dentro, como una niña queriendo salir de un armario. Hay un grito que no se puede oír con el ruido del aire. Un cartel es despegado de los muros. Otro. Recuerda hace tiempo un poderoso huracán que la preñó de miedo. El cuero estaba desgastado. Frío. Brazos de hielo la persiguen todavía por la piel, se acurrucan en su vientre. Una antena cae y rueda acera abajo y choca. Las contraventanas de aquella casa se partieron. Temblor. Los barrotes a punto de desatornillarse. Aquellas manos sobre las que se tatuaba la red de luz eran jaulas. Aquel nido de piedras en su estómago eran monstruos. Un golpe arranca la falda del tendedero, la camisa, el sujetador, la ropa interior, las cuerdas. Se queda sin nada. Los pájaros no pueden volar. Se desprende un trozo de fachada. En el periódico se podía leer que aquel árbol fue arrancado de raíz, que las casas se habían derrumbado. Se echa sobre mí y el viento me lo arrebata todo. Sólo quedaron ellos en la cama. Ya no hay techo, ni casa, ni sol, ni cielo. Sólo quedaron ellos en la cama. El vendaval se lo llevó todo. Y las lágrimas.

5 comentarios:

sonia dijo...

muy bonito, e intrigante y estremecedor. me ha gustado mucho. como sabes jugar tan bien con el ritmo y el orden de los conceptos que vuelven evolucionados, las imagenes.

Anónimo dijo...

también a mí me ha gustado mucho. Pero intento descifrar quién es.. y me sugiere alguien con alzheimer, al principio... no?

En ese caso se trataría de un vendaval que se lleva todos los recuerdos...

otra vez una muy buena prosa tuya.

MB

Anónimo dijo...

Gracias. Intenté imitar el estilo de "El hombre de mazapán" de James Patrick Donleavy. Libro que me ha encantado y cuyo estilo juega con la primera y tercera persona, creando un efecto curioso porque muestra el punto de vista de la descripción y el subjetivo a la vez, sin transición (en estilo muy indirecto y muy libre XD). Donleavy, por supuesto, me barre, porque construye una novelaza con él, pero estoy personalmente contento con mi resultado. :)

hatsue-san dijo...

Ei! Este texto hace referencia al viento pero e también laberíntico.

Algunas de las imágenes que creas son realmente inquietantes, por momentos el texto atrae y repulsa a la vez.

A mí me ha recordado a Dorothy, aunque no es probable que no sea así. Pero cuando dice eso de que el potro huracán la prenó de miedo, me he imaginado una Dorothy vieja, recordante, a quién nadie hace caso ya....

aningunsitio dijo...

Bueno, como Donleavy, aunque tal vez con más puntos de vista, pues él se basta con dos, el texto salta de un lado a otro y tal vez eso le dé un toque laberíntico. Me gusta que el texto vaya sugiriéndoos ideas porque en el afán de ver la historia desde muchos puntos de vista, también dejo muchos huecos que se tienden a completar. Me alegra.