Arde

Ricardo Triviño Sánchez

Leo los libros de Leo, antes de quemarlos. Leo los libros que un día leí a Leo, que me arrebató en su lectura compulsiva, que concluyó antes que yo, que incluso leyó sin yo haber comenzado. Leo libros que ni yo le había leído, que leyó y leyó hasta el máximo imaginable por mí, hasta lo que yo creía que era lo humanamente posible leer, y luego siguió leyendo.

Leo los libros de Leo, pero sin leerlos. Leo en diagonal. Leo palabras sueltas. Se mezclan. En el delirio leí “polla” en mitad de un novelón ruso y “afeminados maricas” en una obra del Siglo de Oro. Las leo o las veo mientras hojeo páginas y páginas. Algunas llegan por casualidad, otras por designio del lápiz de Leo. Fue capaz de leer toda esta montaña y, aún más, marcarlas con la mina de su lápiz para que quedara bien patente quién pasó por ellas. Por todas ellas.

Leo libros, novelas, poemarios, antologías de cuentos, antologías de anécdotas, de citas, de refranes, diccionarios, álbumes infantiles, álbumes juveniles, revistas científicas, revistas cuyas modelos tienen barbas y bigotes garabateados. Encuentro recopilaciones de crucigramas, sudokus, autodefinidos, cruzadas y sopas de letras que están, absolutamente todos, completados.

Escupen las llamas pavesas que caen al suelo, papel que ahora es ceniza. Devoran ensayos de economía, de biología, química, física, matemáticas, historia; tratados de esoterismo, parapsicología, astrología, astronomía, metafísica, ontología, pintura, literatura, fotografía, arquitectura, interiorismo, diseño gráfico, publicidad, moda, sociología; reglamentos de fútbol, fulbito, fútbol sala, baloncesto, golf, tenis, bobsley.

Descubro también manuales de mecánica, de electrónica, de cómo aprender a tocar la guitarra en quince días, de cómo aprender chino en una semana, de células fotovoltaicas; biografías, páginas de autoayuda (sorprendentemente, en enorme cantidad), tebeos, apuntes universitarios, escritos rosas, novelitas eróticas, partituras, letras de canciones, post-its, códigos legales, estatutos, actas, guiones, obras de teatro.

Entre todos ellos, encuentros un diario. No un periódico, un diario. La prensa arde junto a las revistas, se retuercen sus papeles grises, se oscurecen, se encogen, se ovillan, se asustan, se extinguen. El diario tiene un candado de chiste. Lo fuerzo y no se rompe. Hago más fuerza y no cede. Parece una broma. Con un cuchillo intento hacer palanca y se parte la hoja. Pruebo a arrancarlo de las tapas. Desisto.

Podría guardarlo, esperar que el tiempo lo abriera. Pero lo lanzo al fuego, deseando que centellee y desaparezca. Todo lo que leyó Leo dentro de esta casa desaparece. Mientras barro las cenizas de todo aquello que fue Leo, que leyó, releyó, veo el resplandor de una llave, una llave infinitamente desoladora.

Por un instante, vislumbro todo lo que puede quedar, todos los volúmenes de las bibliotecas, los libros prestados y no devueltos, los olvidados, los perdidos, los vendidos, los regalados; las pancartas de las manifestaciones, los papelitos de “vendo piso”, las revistas de la consulta del dentista, las multas, los letreros de información, los rótulos de las tiendas.

Tiro la puta llave por la ventana.

9 comentarios:

Madame Blavatsky dijo...

La parte en la que intentas destruir el libro es del palo Harry Potter :P

me gusta mucho este texto, no he podio dejar de leerlo hasta el final.

"Leo los libros de Leo, pero sin leerlos. Leo en diagonal. Leo palabras sueltas. Se mezclan. En el delirio leí “polla” en mitad de un novelón ruso y “afeminados maricas” en una obra del Siglo de Oro. Las leo o las veo mientras hojeo páginas y páginas."

Sublime. Refleja a la perfección la locura de leer, la pasión de tener un libro entre las manos y querer devorarlos, En esta parte también me gusta la referencia a las lecturas de otra persona. Yo, por ejemplo, tenog dos ejemplares de Cien años de soledad: uno nuevecito y mono, con cubiertas de tela, y el otro edición barata de cartón, señalado y subrayado por todas partes. Nunca quiero dejrle a la gente este último... :$

Tu prosa es un poco como dices que son estas últimas poesías mías: aunque es machacona porque son párrafos y párrafos llenos de enumeraciones locas, no puedes dejar de leer.

Y la quema de libros. Escalofirante. De eso ya hablamos en aquel otro post, con mi comentario del monumento de Berlín.

Chapeau!!

sonia dijo...

me recuerda un poco al Libro de las ilusiones de Paul Auster, en el que el narrador está obsesionado con las películas de un tío y las busca, rebusca y cuenta.
me gusta la idea de leer sólo las palabras que subrayaba Leo, a través de él (como cuando te estudias los apuntes de alguien). Los parágrafos de enumeraciones y la prosa de ritmo rápido.
aunque la frase final no me mola. queda abrupta y ni siquiera tiene gracia. parece que el q esté harto eres tú.

Anónimo dijo...

Bueno, el día que lo acabé, ayer, estaba petadísimo, y le di varias vueltas al final, porque tampoco sabía muy bien cómo acabarlo. Pero la metáfora de la llave ya estaba de antes, y la idea de que la llave le produjera un "shock" también.

Tal vez sea un final que necesite más elaboración, pero buscaba que fuera tajante por la velocidad acelerada que lleva el texto, intentando dar una idea del "tópico de lo inefable", de la enormidad del asunto, y de imposibilidad. No buscaba que fuera divertiva sino derrotista, llena de odio y de impotencia.

Pero es posible que necesite mejoras, aunque me quede bastante satisfecho cuando lo terminé. :)

Madame Blavatsky dijo...

A mí me gusta el final, aunque sea abrpto, o igual por eso. Lo interpreté así, como derrotista.

Madame Blavatsky dijo...

me gusta mucho también el texto primero de Leo, el linkado. en todas partes se lee "leo", en los le+ verbo comenzado por "o", en los Leo, etc...

Genial!

aningunsitio dijo...

Gracias por leerte el otro texto.

Fue el que iba a escribir inicialmente. Empezó con la tontería de la aliteración de "Leo a Leo etc." y el ritmo del texto me gustó, y la vorágine lectora. Pero justo por eso, el texto lo consideré más relacionado con la lectura que con el objeto del libro.

Así que escribí este segundo, que se recrea en lo que el texto anterior resume en "Los quemo", analizando la montaña de libros (y los libros) y lo que supone(n) y lo que es inevitable e imborrable más allá de la extinción de cualquier escritura.

Gracias :)

Madame Blavatsky dijo...

interpreté literalmente lo de la quema de libros.

me encanta la palabra "pavesa"

aningunsitioperoconfesando dijo...

Es que es una quema "literal". XD

Y debo confesar que "pavesa" es una moleskinada. XD

Madame Blavatsky dijo...

moleskinada, manologarciada. jajjajajajjaja